Abril
13 de 1897
CIEN
AÑOS DE LA LLEGADA DEL CINE A COLOMBIA
Leila
El'Gazi
Si
decimos que el cine cumplió sus primeros cien años en 1995, es
porque el 28 de diciembre de 1895 los industriales franceses
Lumière -Antoine y sus hijos
Louis y Auguste--,
inventaron el salón oscuro donde un público numeroso puede
observar imágenes que se mueven en una pantalla. El aparato
que desarrollaron era el cinematógrafo, capaz de captar
y reproducir con gran calidad la ilusión de la vida, gracias a
un diseño ligero y sólido a la vez, que combinaba en un
sencillo equipo único las funciones de filmación, copiado y
proyección. Esa primera función se presentó en el Salón Indio
del Gran Café del Boulevard des Capucines en París, en esa
fecha emblemática, como resultado de los desarrollos de
diversas vertientes del conocimiento durante siglos, así como
de procesos sociales y de evoluciones tecnológicas del siglo
XIX. Desde comienzos de 1896, los Lumière entrenaron
operadores de su invento y los enviaron a los lugares más
remotos con la misión de filmar y exhibir sus "vistas". Fue el
lanzamiento del cinematógrafo al mundo.
Mientras tanto,
en Estados Unidos, Thomas Alba Edison desarrollaba otros
aparatos de filmación y de proyección de imágenes en
movimiento. Gracias a un nuevo soporte fotográfico
transparente y flexible inventado por George Eastman, Edison y
su colaborador Dickson perfeccionan el kinetógrafo para
filmar, y desde 1894 comercializan el kinetoscopio para
visionar individualmente en un cajón de madera. En 1895, la
exportadora Maguire & Baucus de Nueva York tiene los derechos
de Edison para Suramérica. En Colombia, en el periódico El
Esfuerzo, de Medellín, se promociona a partir de febrero
de ese año el kinetoscopio junto con nuevos modelos de
fonógrafos. Al inclinarse por el espectáculo individual del
kinetoscopio, Edison no tenía listo un aparato capaz de
enfrentarse al cinematógrafo, pero en 1896 se apropia del
fantascopio inventado por Thomas Armat, lo rebautiza como
vitascopio y lo presenta al público.
Hacia 1897,
Lumière y Edison compiten por los mercados del mundo. Lumière
continúa enviando operadores, pero amplía a partir de ese año
su estrategia comercial y decide vender equipos y películas a
terceros. En América Latina en general y en Colombia en
particular, el cinematógrafo y el vitascopio se pisan los
talones, y por escasas semanas o meses llega uno primero que
el otro.
Un año y
cuatro meses después
El cine viene en
el respiro de paz que vivió la República a fines del
convulsionado siglo XIX, entre la contienda civil que finaliza
en 1895 y la guerra de los Mil Días que se inicia en 1899. Se
vivía con avidez de diversión y modernidad: "Estamos en era
feliz y de confort", se lee en octubre de 1897 en La
Palabra de Barranquilla. Un relativo bienestar económico
se percibe en las principales ciudades. Se inauguraban plantas
eléctricas y se estrenaban teatros para albergar a las
compañías de espectáculos que llegaban de Europa y de Estados
Unidos
Los periódicos
comentan extensa y exaltadamente las funciones de ópera, de
zarzuela y de teatro. Aunque asistir al Teatro, con mayúscula,
"es el placer de gran tono, la aristocracia de los placeres",
como lo define un periodista del momento, también se registran
y comentan con cierto detalle los circos, los ilusionistas y
transformistas, los perros sabios, los acróbatas y las
bailarinas exóticas, que muchas veces acompañaban las primeras
proyecciones de "cuadros y vistas" en movimiento.
Un año y cuatro
meses después de la función pública del cinematógrafo en
París, se presenta por primera vez el cine en Colombia,
gracias a un vitascopio de Edison que traía la Compañía
Universal de Variedades como parte de su programa. Su
director, el hábil prestidigitador, señor Balabrega, ya había
visitado Colombia con su compañía. En julio de 1894 lo
encontramos en Barranquilla con su espectáculo de ilusionismo
y canarios, antes de una gira por el interior del país hasta
Bogotá, al cabo de la cual, en diciembre de ese año, una nota
de prensa informa acerca de su propósito de establecerse en la
Costa para dedicarse a la agricultura y abandonar la magia y
la itinerancia (El Anotador, Barranquilla, diciembre 4
de 1894).
Cosa que no
sucedió, pues el 13 de Abril de 1897 la compañía de Balabrega
llega en el vapor Str. Holstia, procedente de Jamaica,
al puerto de Colón en Panamá, entonces territorio colombiano.
En esa ocasión el vitascopio era la atracción principal,
"nunca antes introducida en el Istmo", de un programa que
incluía números de magia, de canarios, de tiro al blanco y a
Mademoiselle Elvira, en persona, en la Danza de la Serpentina.
La primera función tuvo lugar el miércoles 14 de abril de 1897
a las ocho de la noche, en una carpa instalada en un predio
donde, a falta de teatro, se solían organizar distintos
espectáculos, situado en la esquina del edificio de A. James &
Co., en Front y Sexta Calles. La prensa registró lo
concurridas que estuvieron las dos primeras funciones y la
admiración que produjo el vitascopio, a pesar de lo deficiente
de la luz eléctrica, dolor de cabeza de todos los primeros
exhibidores de cine en nuestro país. El periódico en inglés
The Colon Telegram describió así lo que llamó "the
chief atraction": "En una inmensa pantalla son proyectadas
las vistas de tamaño natural, las cuales representan los
movimientos de los actores. El efecto es sumamente realista y
da prueba de los avances hechos por la ciencia en nuestros
días".
El 19 de abril
llega Balabrega con su espectáculo a la ciudad de Panamá. El
comentarista del periódico El Istmo de Panamá del 20 de
abril escribió que "el trabajo del vitascopio, aunque no fue
del todo correcto, debido quizás a que los aparatos al
principio no pueden funcionar con la debida precisión, nada
dejaron qué desear". Las funciones estuvieron concurridas a
pesar de que la época no era la más propicia, pues las
familias pudientes se encontraban de vacaciones y la fiebre
amarilla enlutaba a muchos. The Colon Telegram del 3 de
mayo de 1897 informa la salida para Limón, Costa Rica, de la
Universal Novelty Co. Creemos que se trata de la misma
Compañía Universal de Variedades, que no ingresó a territorio
colombiano actual, quizás huyendo de Panamá antes de que se
decretara la parálisis del tránsito de vapores a causa de la
epidemia de fiebre amarilla, que ese año diezmó habitantes y
visitantes en la región Caribe.
Dos meses más
tarde, también por Panamá, nos llegaría el cinematógrafo.
Gabriel Veyre, uno de los operadores entrenados por Lumière,
fue el enviado a México y el Caribe. Desde agosto de 1896
comenzó exitosas exhibiciones en México y Cuba. El 13 de junio
de 1897 llegó al puerto de Colón y pocos días después se
instaló en la ciudad de Panamá. Los martes, jueves y domingos
del mes de junio tuvieron lugar las primeras funciones del
cinematógrafo en Colombia, que según la prensa "dejaron
satisfechos a los numerosos espectadores que han asistido en
las últimas noches a tan raro espectáculo". El 29 de junio se
anunciaron "nuevas vistas de movimiento" en los programas, que
concluyeron con una última función del 1 de julio. Al día
siguiente, Veyre se embarcó rumbo a Venezuela (El Istmo de
Panamá, 29 de junio y 2 de julio de 1897).
Llegada al
territorio actual
En la capital
funcionaban por entonces varios teatros, entre ellos el Colón,
el Municipal, el Coliseo Ramírez y el Coliseo Maldonado, y
había luz eléctrica; pero la primera exhibición de cine en
Bogotá no tuvo lugar sino el primero de septiembre de 1897.
Las compañías de espectáculos extranjeras que nos visitaban no
se aventuraban por lo general al interior del país. La Costa
Atlántica era entonces la puerta y la principal beneficiaria
de ellos, incluido el cine.
Bucaramanga y
Cartagena compiten (con la información disponible hasta el
momento) por haber sido testigos de la primera función de cine
en nuestro territorio actual, con un día de diferencia, en
agosto de 1897. El empresario de espectáculos venezolano
Manuel Trujillo Durán introdujo el cine en el vecino país
desde junio de 1896, cuando llevó a Maracaibo y Caracas un
vitascopio. Creemos que el señor Trujillo registrado por la
prensa es el mismo que, tras cruzar la frontera, en ruta a
Bogotá, presenta una primera función en Bucaramanga el 21 de
agosto de 1897.
En el periódico
local El Norte del 27 de agosto se comenta el
espectáculo que tuvo lugar en el Teatro Peralta, así como la
indumentaria de la nutrida asistencia, con lujo de detalles.
Se mencionan los siguientes títulos del repertorio de Edison
exhibidos en las dos primeras funciones: Las señoritas
Shalt en el baile de las palomitas, La Serpentina, Elena y
Marta con el andarín Carlos y El martirio de Juana de
Arco. Todas gustaron mucho, pero la favorita fue La
Serpentina, que obtuvo "exclamaciones de entusiasmo y
nutridos aplausos", a pesar de que "el señor Trujillo tuvo que
suspender su exhibición con gran pena del público porque se
reventó la cinta de celuloide donde están las fotografías".
El 22 de agosto
del mismo año, un desconocido empresario presenta la primera
función en Cartagena, con un vitascopio Edison, anunciada en
El Porvenir en una nota titulada "El Cinematógrafo",
nombre que ya se había adoptado para designar toda proyección
de imágenes en movimiento: "Hoy se verificará en nuestro
Teatro la primera exhibición de este prodigioso invento de
Edison. Es un espectáculo digno de verse. Los cuadros que allí
se exhiben tienen la animación de la vida y el espectador
asiste, desde su asiento, a interesantes escenas de la vida de
otros pueblos, como si verdaderamente fuera testigo presencial
de ellos en el momento en que se verifican". La única vista
del programa mencionada es "la excitante escena de una plaza
de toros".
Un comentarista
se admira ante "el sorprendente espectáculo", pero critica la
poca habilidad del "manipulador". El empresario respondió que
la dificultad residía en la deficiencia del servicio de
energía por no estar funcionando la planta eléctrica,
"circunstancia extraña a la voluntad de este empresario", y
razón por la cual "las vistas que se exponen a la mirada de
los espectadores no producen, en su mayor parte, el efecto que
es de desearse". El espectáculo fue complementado por una
demostración de los novedosos rayos equis, atracción que se
anunció así: "Los amantes de la ciencia podrán también admirar
los prodigios del rayo equis y hacer en su cuerpo las
exploraciones que necesiten para descubrir la fractura de un
hueso, el lugar donde está depositada una bala y otras
curiosas observaciones". Y añade el comentarista: "Maravilloso
también es el descubrimiento hecho con motivo del
cinematógrafo: nuestro público pierde su cultura habitual
cuando desaparecen las luces del teatro". Es la primera de una
larga serie de notas acerca del mal comportamiento del
público, que participaba más que activamente dando origen en
los años por venir a famosos escándalos, "desentables" y
"guachafitas" en los teatros. El cine traería consigo, entre
otros muchos cambios en la vida de nuestras ciudades, el
relajamiento de la rígida moral imperante en las costumbres,
al amparo de la oscuridad de las salas.
Por fin en
Bogotá
El primero de
septiembre de 1897 un conocido empresario barranquillero de
espectáculos, Ernesto Vieco, presentó el cine por primera vez
en Bogotá, en el Teatro Municipal, con un programa de vistas
típicamente Lumière. En el periódico local El Rayo X se
comentó que fue "algo imperfecta la reproducción de los
objetos, sea por falta de luz, por no colocarse ésta en exacto
foco, por imperfección del aparato o por cualquiera otra
causa",
pero se invita a
asistir, pues es una oportunidad de conocer el mar en Los
baños de mar, o un boulevard de París, y sentir la emoción
de una locomotora "que parece venírsenos encima" en La
llegada de un tren. En otra fuente se citan más títulos
Lumière que presentó Vieco en Bogotá: El pugilato, Las
malas hierbas, El hombre y la rata. También en Bogotá el
comportamiento del público de la primera función en el
Municipal dio de qué hablar al "culto" cronista, quien se
quejó de que "esta exhibición es más apropiada para un salón
que para un teatro. Los gritos y vocerío del miércoles en el
Municipal no son una invitación a volver".
En septiembre,
Veyre vuelve a Colombia y remonta el río Magdalena hacia
Bogotá, a donde no llegó. En esta segunda temporada de dos
meses se asoció con la Compañía Cómico-Dramática de Sánchez
Pozo, pero aún no se han podido documentar sus presentaciones.
A punto de morir de fiebre en octubre en Cartagena, decide
regresar a Francia.
Legítimo y
verdadero
A fines del 97
Cartagena cuenta con nueva planta eléctrica, que reemplaza a
la que había estallado meses antes. Ventaja esta para don
Salvador Negra y Pagés, empresario que a comienzos de
diciembre llega anunciando con bombos y platillos el
Cinematógrafo Lumière "legítimo y verdadero". En todas las
notas de prensa se insiste en la superioridad del aparato y en
la imperfección del vitascopio que se vio en meses pasados. El
16 de diciembre se anuncia la primera función en el Teatro de
Cartagena: "Anoche se verificaron varias pruebas ante reducido
público y fue grande el entusiasmo que aquellas produjeron
[...] Conocemos la colección de vistas que tiene el empresario
Negra y con ellas puede dar más de ocho funciones sin
repetirlas".
La reacción de
la prensa a la función del 18 de diciembre fue la siguiente:
"El espectáculo fue encantador y sólo disgustó a los
espectadores la poca duración de cada vista. La ilusión es
completa". Y continúa con esta detallada descripción del
programa: "Asiste la concurrencia a escenas variadas ocurridas
en lugares distintos. Los exámenes de dibujo y El
alumno insolente; El derrumbe de una pared; Los vaporcitos de
pasajeros en el Sena; El patinador, que estuvo asombroso;
La salida de los obreros de los Talleres Lumière; Los
lazadores de toros de México y de un modo especialísimo
El sombrero cómico presentado por el célebre Coquelin".
Luego de más elogios y felicitaciones al empresario, se
exhorta el público: "Al teatro, pues, al teatro".
Negra debió
comprar el aparato y las películas a Veyre en noviembre en
Colón, donde éste intentaba venderlo para financiar su regreso
a Francia. Las fechas coinciden y la mención del título Los
lazadores de toros de México, que había sido filmado en
meses anteriores por Veyre a su paso por ese país, así lo
confirman.
Colombia
cautivada
A partir de
entonces el cine conquistó al público de nuestras ciudades. Un
país todavía bastante aislado del resto del mundo emprendía el
camino hacia la aldea global de la que hoy formamos parte. El
cronista Julio H. Palacio escribió en 1898: "Como ocurre
siempre en las vísperas de las grandes catástrofes, las
gentes, para encontrar la compensación de los sufrimientos que
habrían de soportar luego, se mostraban más alegres, se
entregaban con mayor despreocupación a los placeres y deleites
que de continuo". Numerosos exhibidores siguieron llegando y
penetrando el territorio, hasta que la prolongada y sangrienta
guerra de los Mil Días forzó un paréntesis en esta historia,
desde 1899 hasta 1902. Pero el cine había llegado para
quedarse.
2004
Por fin en la
Universidad de Cartagena
Gabriel Pérez Castellar - Miguel Puello Escorcia (Q.E.P.D.)
Viendo la
necesidad de todos los alumnos de la Universidad de Cartagena,
en especial a los de la facultad de odontología de tener un
espacio para el entretenimiento y para el conocimiento de éste
como arte, nació la idea de darle vida al Cine Club Argos,
que poco a poco con el apoyo de todos ha ido creciendo de una
manera vertiginosa y que esperamos que hagamos de él nuestro
mejor aliado.
¿Por qué
Argos?
El cine, este
majestuoso arte, tiene sus insipientes inicios a finales del
siglo XIX y principios del XX. Para realizar un recuento de su
despertar y creciente e indetenible evolución, tendríamos que
montarnos en la maquina del tiempo y destacar en nuestra
búsqueda a sus grades precursores, como Thomas Alba Edison o
los fantásticos e ingeniosos hermanos lumieré.
Pero ahora nos
interesa más que ustedes conozcan un poco de la historia de
nuestro cine club, el cual lleva por nombre “cine club
Argos”.
En la facultad
de odontología de la universidad de Cartagena, nuestra
facultad, se generó la inquietud de llevar este fascinante
arte a deleitar los sentidos de la comunidad estudiantil y de
crear con este un espacio de entretenimiento, que generara un
ambiente propicio para el bienestar colectivo de los
estudiantes conducente a un mayor y mejor desarrollo personal
de los mismos. Gracias a esta idea que dos de sus estudiantes,
Gabriel Pérez Castellar y Miguel Puello Escorcia (Q.E.P.D.), tuvimos de
crear un cine club, y el apoyo incondicional de nuestro decano
en ese momento Dr. Eduardo Ordosgoitia Osorio, nuestro
Webmaster, Técnico, Técnólogo en Sistemas, Diseñador Gráfico y Est. de Ing. de Sistemas Jorge Grice Pereira
(Informática Facultad de Odontología), y en la
actualidad nuestra decana Dra. Luisa Arévalo Tovar
Lo primero fue
propiciar el espacio y luego darle un nombre al cine club, el
cual luego de un ameno debate, terminamos llamando “cine
club Argos” muchos se preguntaran por que este nombre,
pues se debe a la influencia y el conocimiento que tenemos
acerca de la mitología griega; ya que Argos era un dios
cuya característica principal era que poseía mil ojos, y pues
es bien sabido que a través de la vista podemos robarnos las
inquietantes imágenes que hay en cada proyección y llevárnosla
a nuestra mente, a demás de Argos se sabe, según la
mitología griega, era el dios del arte, las letras, la
filosofía y la cultura, razón de mas para pensar en este
nombre.
No siendo mas
esperamos que martes tras martes, sigan acompañándonos en la
proyección de los filmes y que se unan a nuestro deseo de
mantener al cine como alternativa de aprendizaje y crecimiento
integral en nuestra universidad.
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